diciembre 21, 2007

Economía y política en el S. IV a.C.

¿Hay algo nuevo bajo el sol?
En el año 334 a.C.; el Rey de Macedonia, penetra en Asia, para vengar las intervenciones persas en toda la Helade, dejando atrás agotado el tesoro del reino y con recursos para el pago del ejército para sólo 8 días, 12 de provisiones y 70 talentos, en monedas de oro y plata en caja. En el curso de cuatro años en cuatro grandes batallas, Gránico, Helicarnaso, Iso y Gaugamela, terminó con la totalidad de los ejércitos persas, conquistó toda el Asia menor, fenicia, palestina, Egipto y Babilonia. Penetró en Persia sometiendo a sus capitales Susa y Persépolis. En este punto da por concluido el mandato pan helénico y continúan los supuestos objetivos personales de Alejandro. Era un sentimiento generalizado en ese momento entre sus hombres, la resistencia a continuar una campaña extenuante cuyos límites y objetivos nadie conocía y que aparentemente estaban cumplidos en exceso.
Presiones a las que tuvo que ceder después de penetrar en la India
Lo que sigue es la trascripción de un diálogo entre el Rey y sus más altos oficiales, en el palacio de Darío III, instantes antes que la furia macedonia, por el trato a los prisioneros rescatados, redujera la capital a cenizas; de acuerdo a la historia novelada por Gisbert Haefs, Alejandro Magno, t.II, Ed. Aguilar Alfaguara. El diálogo pertenece a la ficción, las ideas y los hechos están documentados con certeza.

En Susa, mi querido amigo y Rey, fueron 50.000 talentos (unidad de peso que varió entre 26 y 34 Kg.) la mayoría en oro. Aquí, oro sin acuñar, oro acuñado, monedas de plata, plata sin acuñar, aproximadamente 120.000 talentos. Si solo fuera plata, serían cien veces el ingreso anual de Macedonia. Pero hay mucho oro, veinte veces el valor de la plata. El recuento se limita a metal en lingotes y amonedado.
- Oye, Alejandro ¿Qué harás con todo ese oro y plata? ¿guardarlo en Susa, Ecbatana o Babilonia?
- -Alejandro alzó la vista, sonriente; había algo siniestro en su expresión.
- -No Parmenión. Lo acuñaremos todo.
- -¿Sabes que ocurrirá si lo haces? Alejandro miro a su alrededor. La borrachera se les había pasado a todos de golpe.
- Hefestión habló con lentitud, acentuando cada palabra.
- -Una moneda equivale a una determinada cantidad de trabajo o a lo que se ha producido con ese trabajo. En un estado, país o reino, la cantidad de moneda debe ser equivalente a los bienes producidos.
- -Decidme amigos, ¿Qué ocurre cuando una cantidad tan grande como la que hemos encontrado es acuñada y puesta en circulación?
- -¿Eso quieres en serio? Pero,….. ¡sería una catástrofe! Tendrías mucho más dinero que bienes. Todo pierde valor, los precios subirán en todas partes ¡Cinco o seis veces lo que pagaban por el pan, por vivir!
- No lo harán Parmenión en los países de los que nos ocupamos. Enviaremos trigo a la Helade y a Macedonia.
- No te entiendo. Los que estaban en conocimiento del acopio de granos comenzaron a sonreír.
- Una idea genial de verdad, Alejandro. Calístenes juntando las manos como si implorara clemencia a un Dios dijo:
- ¿Por qué destruir primero el valor del dinero y después regalar el trigo? Alejandro se volvió hacia el.
- A ver, dime ¿Quién tiene el poder en Atenas, en Mileto o en Corinto? ¡El verdadero poder! No los filósofos, noble sobrino de Aristóteles. No los hombres que votan o se abstienen. Los ricos que pueden comprar los votos, que deciden la guerra con las armas y flotas que ellos fabrican, el hambre y la paz, según conviene a sus intereses. Los que se ocupan de pagar oradores para mantener en guerra permanente a unos contra otros, y encima le cobran el servicio a los Persas. Los que nunca aceptarán nada que pueda cambiar todo esto. Pero yo noble Calístenes estoy a punto de cambiarlo todo. De cambiar la Oikumene. Estamos construyendo un imperio integrado por muchos países y pueblos, que podrán trabajar, vivir y morir, sin guerras fraticidas, bajo un solo mando.
- Meses después; en el otro extremo del mundo conocido, en Cartago, se registra este diálogo entre el jefe de los espías cartagineses, Amilcar, y un griego siciliota informante, a quien le ha encargado un largo viaje por Grecia y Asia hasta Babilonia.
- No deberías llevar tu dinero, al menos todo…Yo ya me encargo. Pagarés, no por moneda, sino por mercancía. Marfiles, pieles de leopardo, incienso, lo que prefieras. En Atenas, en uno de los grandes bancos, podrías hacer que te pagaran en dracmas por valor de, digamos media fanega de incienso
- ¿Por qué señor?
- Una de las cosas que ocurrirán a tus espaldas mientras viajes, será como explicarlo…la disolución de todos los vínculos comerciales entre Cartago y vuestra parte de la Oikumene (mundo conocido) que funcionen con moneda.
- ¿Hay algún motivo? sería un desastre.
- La catástrofe está por venir. El año pasado Alejandro mandó almacenar todo el trigo que pudo comprar en Asia y en Egipto, que pronto será enviado de a poco a Grecia como regalo de un Rey preocupado. Para ser distribuido por el ejército, por fuera los circuitos comerciales, para evitar la especulación.
- ¿Por qué si las cosechas han sido buenas, no hay hambre?
- Mandará acuñar todo el botín y lo pondrá en circulación, si es que no lo ha hecho ya, por medio de generosos pagos a los soldados y mercenarios licenciados y el encargo de fantásticas obras, una flota de mil naves para el mediterráneo y otra para el golfo pérsico.
- ¡Es cosa de locos!
- Los precios se multiplicaran, los poderosos empobrecerán y perderán poder
- Está destruyendo el trabajo de siglos ¿y vosotros?
- Sacrificamos a Tiro, nuestra ciudad madre, para no retenerlo a orillas del Mediterráneo y que mirando para occidente, se tentara de venir primero para este lado; cuanto antes se internara en las profundidades de Asia mejor, necesitábamos tiempo; nuestra gente trabajó mucho y bien para allanarle el camino. Los botines que obtuvo en el Gránico y en Damasco eran un anzuelo imposible de no tragar, para un macedonio empobrecido, sin recursos para los siguientes diez días y con Darío III acechándolo. Le facilitamos,…cómo decirlo, un poco de aire puro, para que siguiera adelante.
- Amigo, los nobles y ricos comerciantes de Cartago han acumulado en el transcurso de los siglos, mucho más de todo lo que ha encontrado en Persia. En metales preciosos que no los tenemos ocultos en cámaras, han sido invertidos en lugares, edificios, conocimientos, influencias y…en posibilidades, Cuando vuelva de oriente, querrá el resto del mundo, desaparecida Persia solo queda Cartago.-



Los propósitos se cumplieron a medias, el hombre propone y Dios dispone. Alejandro murió siete años después. Se desató una brutal inflación de la que sólo escapó y se benefició Cartago; se cumplió una vez más que el conocimiento y la información son el más sólido fundamento del poder. Temblaron y cayeron bancos, grandes comerciantes y empresas. Desapareció Persia como potencia, Grecia entró en un coma vegetativo previo a quedar reducida a un recuerdo del pasado. Egipto subsistió un tiempo; por ser el granero del mundo y más por el colapso de todos, que por los buenos gobiernos de los Ptolomeos. La muerte de Alejandro, más que el fin de sus proyectos, fue el comienzo de sus consecuencias, que encadenadas harían sentir sus efectos hasta nuestros días. Los que se repartieron el imperio de Alejandro, llevaron por siglos al Asia las guerras y enfrentamientos históricos de los griegos. El lento ocaso de Atenas y las ciudades estado con los años, llevó a que sus inquietos retóricos, sofistas y filósofos, emigraran primero a Alejandría y luego a Bizancio, donde contaminados por el pensamiento mágico oriental sembraron las semillas de mil quinientos años de guerras religiosas.
Pretender juzgar a Alejandro es una osadía; en mi opinión su grandeza está dada por la profunda huella que dejó en la historia.
Lo que realmente importa y es donde apunta este artículo es a recordar hechos y consecuencias. Como un intrascendente en apariencia, acto de gobierno por audaz que sea, con propósitos limitados e inmediatos, se convierte en causa de consecuencias imprevistas que se van encadenando con otras y persisten en el tiempo. Recuerdo una vez más el antiguo aforismo médico: Antes de intervenir, Primum non tangere, (Primero no dañar)

Sin potencias a la vista estaban dadas las condiciones para que Roma comenzara lentamente a crecer con la excusa de asegurar fronteras, hasta que sin quererlo se transformase en imperio. Volvieron las legiones y detrás de ellas mercaderes, especuladores, profesionales de la política, tiranos, filósofos y charlatanes. Riqueza fácil, ocio, corrupción y depravación, cada tanto un oleada de barbarie para oxigenar el aire y las costumbres, y acá estamos, subproductos de los megalómanos constructores de sociedades ideales.
No se puede comprender el presente y prever el futuro, si se ignora el pasado, porque disimulado por otros ropajes, idiomas y costumbres, todo ya pasó y dejó una enseñanza para quien quiera verla. Guste o no, somos animales de costumbres, ¡tan tercos! que los únicos que tropiezan dos veces con la misma piedra, por no aprender a mirar por dónde se camina y dónde se va. El mundo ya está hecho y los delicados mecanismos que mantienen su precario equilibrio, son tan finos y sensibles como los de nuestro organismo. No está previsto que los retoquen garras peludas de bestias, ni los delicados dedos de los ciegos constructores de teorías.
Hoy, el proyecto del Rey de Macedonia, Hegemon de la Liga de Corinto, Faraón de Egipto, encarnación de Amón, Señor de Babilonia, Rey de Reyes, Luz de los Arios, Señor de las Cuatro Esquinas del Mundo, lo suscribirían con entusiasmo, la más radical de las izquierdas subversivas.
Una insólita alianza entre extremistas, socialistas, progresistas, demócratas sociales. ateos y las monarquías de ascendencia divina, absolutismo político y la fuerza de las armas. Como siempre acollarados tras un mismo propósito, crear la sociedad perfecta para su gusto y meter a garrotazos todos adentro.
La lectura de un libro es algo más que una forma de entretenimiento y pasar el rato, es una luz que permite ver en los oscuros pasillos de la memoria cuantos cabos sueltos han quedado y comenzar a atarlos. Hay libros que no pasan de una chispa o un destello, otros que son verdaderos soles. Estos no precisan medallas, premios, ni el aplauso del mundo culturoso, brillan por si mismos, tienen luz propia.

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